La novillada de encastes, que conmemoraba el decimoquinto aniversario del certamen, abrió con un Partido de Resina de bella estampa, que los tendidos ovacionaron de salida y que resultó encastado, con sus complicaciones. Pero lo mejor vino en segundo lugar, cuando salió el temido Saltillo, el veintinueve, que fue la sorpresa especialmente para los profesionales que con recelo lo rehuían de entre las bolitas del sombrero.
Aún así también se escuchaba alguna voz sabia que con acierto apostaba a que en esas hechuras entipadas que presentaba, el novillo podía salir bueno.
Y así resultó, además tuvo la suerte de encontrarse con un novillero que goza de una gran técnica, el sevillano Borja Jiménez, que ya en el recibo capotero lo lanceó templado a la verónica.
Lo dejó bien puesto en suerte, a distancia del caballo, para que se viese el novillo, que recibió una vara trasera, en la que cumplió, pero con la cara alta y en la que apenas se le pegó, lo justito.
A la verónica instrumentó Borja Jiménez un gran quite, rematado con dos buenas medias; algo importante se avecinaba.
Tras mostrarse reservón ante los garapulleros, a los que después hizo hilo con pies, inició la faena en los mismos medios, con la muleta montada en la diestra, cogiéndole el aire al saltillo enseguida, con gran facilidad, con conocimiento.
El animal humillaba muchísimo, y su embestida era despaciosa, templada.
Borja supo darle los muletazos medidos, sin dejar que la enganchase, llevándolo a su altura y a su ritmo, y sobre todo sin abusar del numero de pases por tanda, dos o tres y el de pecho, siempre cruzado o al hilo, nunca fuera, y sin brusquedad alguna, sin toques, citando únicamente con los vuelos y presentándosela puesta cada vez que le repetía.
Lentos fueron los naturales, de buen trazo y se adornó con torería en los remates.
Supo ver bien la intensidad de la faena, midiéndola, finalizando al natural, sacándolos uno a uno. Le funciona la cabeza y supo aprovechar y cuajar un novillo extraordinario para la muleta que le diese lo que pedía.
Vendió Asturdero cara su vida, tras un pinchazo hondo en buen sitio, hubo que descabellar ante su dureza de patas. Dos orejas paseó el rubio, el novillero de Espartinas y el cárdeno fue antes despedido con una merecida ovación de los tendidos.
Asturdero ovacionado en el arrastre |