la mirada del toro

viernes, 13 de julio de 2012

Retienta de Atanasias en Elía Hernández



Ismael Alcón, citando a la primera


En la ganadería de Elía Hernández pudimos contemplar una de las faenas más íntimas de la selección de bravo, la retienta de vacas viejas, hembras éstas, que en su día, siendo eralas, fueron aprobadas en la tienta y que para comprobar su punto de bravura años después, se vuelven a tentar, principalmente si hay dudas con los productos que crían, para cambiarlas el semental en función de su momento actual, o simplemente para comprobar si ha habido alguna equivocación cuando se tentaron por primera vez, y la vaca engañó al ganadero, este la aprobó sin ser lo que busca, pero lo parecía. Por tanto si sus productos no han sido satisfactorios ni en hembras ni en machos y en la retienta muestra comportamientos diferentes a los que el criador quiere seleccionar, dejará de estar en el hato de madres e irá al matadero. Esta faena también se realiza cuando se adquiere un lote de vacas de fuera y se quiere ver lo que uno ha comprado y seleccionarlo; pero en ganaderías ya formadas, la función es la anterior.

Se tentaron seis vacas, de en torno a 8-9 años de edad si mi vista de guarismos no falló, unas se acordaron antes, otras mas tarde, otras sólo del caballo o sólo de los vuelos, con los consiguientes cambios en las reacciones del animal al venirle aquello a la memoria. Bajo mi opinión, lo ideal para poder ver bien los caracteres de la vaca es que no recuerde, para ello se haría la retienta cuando la vaca fuese más mayor, con el consiguiente inconveniente de que cuánto mayor sea, menor función práctica tiene la retienta, pues menos años de paridera le quedan a la res, y habrá dado ya muchas crias, pero cuando la vaca se acuerda, cambia mucho en su comportamiento y puede llevar a equívoco por sus reacciones cambiantes o de mansedumbre. Ahí está el buen saber de un ganadero para ver cada evolución en cada momento y sacar conclusiones del porqué de cada cosa.

Soleares, primera de la faena
La primera era puro nervío, soleares tiene por nombre y aun estando apartada en un cerrado ambiguo a los corrales, trataba de saltar el muro a la llegada de visitantes extraños que se apoyaban a ver a las elegidas, la encastada atanasia fue con todo al caballo que montaba Ismael Alcón hasta que llegando a uno de los encuentros, paró en seco delante del picador, ahí se acababa de acordar y de ahí en adelante la vaca cambió por completo, hasta tal punto que el matador salmantino Juan del Álamo no pudo pegarla ni un muletazo y se le complicó incluso el lidiarla sobre las piernas, la vaca se revolvía con muchísima rapidez y fue complicado incluso hasta sacarla de la plaza por la misma puerta de toriles de la que salió, se resistía a entrar y aun con medio cuerpo fuera de la plaza daba media vuelta y volvía al ruedo inmediata. No deberia decirse que mansease, simplemente que al recordar al caballo cambió y por ello pudo parecer intoreable y malísima pero lo normal es que no lo fuese si en su tienta de erala no lo fue, simplemente se comportó como resabiada que estaba, y la casta que tenía no dejaron ponerse bonito a nadie, se colaba codiciosa, pero de haber cantado mansedumbre no hubiese puesto resistencia en regresar a los corrales.

La segunda
Empujando abajo esta segunda.
En segundo lugar apareció por toriles la pepa que correspondía a Miguel de Pablo, novillero con caballos de la zona de Colmenar Viejo, quien abusó de los lances de capa y no de la eficacia y rapidez que requiere esta faena, pues a la vaca hay que pararla con los menos posibles y dejarla en suerte lo antes posible ante el caballo, torearla mucho y rematarla solo puede espabilarla la memoria, como así ocurrió, y cumplió en el caballo acudiendo pronta y alegre pero desde su sitio, desde el sitio que tenía la vaca su distancia la vaca para acudir, y si bien la dejaban en suerte más larga, o cerca de chiqueros, ella andarina y fija en el caballo se paraba en su sitio y desde allí pronta acudía. Se acordó muy poco de la puya pero sí tiró de memoria para las telas y tuvo al novillero un tanto apurado.


Salpicada esta tercera, una gran vaca
Con alegría hacía la cabalgadura
La tercera, preciosa de capa, le correspondía al novillero salmantino Roberto Blanco, que pese a no haber toreado mucho dio la cara y no defraudó ante la encastada atanasia. Esta fue la que menos se acordó de todas, por no decir que no recordó nada, y de ir tan fuerte y con todo, y dejarse el aliento en el peto, se llegó a hacer daño el animal en un cuarto trasero, lo que hizo que quedase un poco floja pero muy chisposa para la muleta. Se pudo distinguir con mucha claridad aquello que se dice y que decía el recordado Salvador García Cebada, y va en memoria de él de que "hay berreos...y berreos" pues esta vaca tenía de principio el berreíto con la boca cerrada, el que sale de los ollares, un berreo de querer comerse al que pase, de cazar moscas, berreo de fiereza que diríamos; mientras que después al hacerse daño, tuvo que tirar de casta porque estaba bastante lesionada, y salió a relucir ese otro berreo más con la lengua fuera, más agudo, donde el animal protestaba, se dolía. Pero el buen hacer, la muñeca de este novillero, su muñeca, sin pegar tirones, su buena colocación, el saber medir de cada serie, y los tiempos que la dio, hicieron que la señora se recuperase y que pudiésemos disfrutar viendo buen toreo con una vaca encastada que si no llega a disponer de ese fondo de casta no hubiese podido continuar embistiendo por abajo tal y como lo hizo. Se vieron buenos naturales, tan buenos que el ganadero había ordenado ya que fuese la última serie, y que como buen aficionado dijo al tentador "¡si das otra serie como ésta te dejamos!" Vaca de alta nota.


Roberto Blanco, supo llevarla

 sacó lo mejor del animal y los mejores muletazos




Cuarta de las vacas retentadas, muy expresiva.
Para la cuarta el picador ya había cambiado, picaba el aprendiz que traía Alcón, que para el tiempo que lleva en el oficio anduvo con seguridad. Esta cumplió en el caballo, pero paró en seco a la tercera entrada frente al peto, recordando aquel momento, y sí fuimos capaces de observar la nobleza de la encastada embestida de la res, se lo debemos al oficio de Juan del Álamo, que a base de poderla, de pensar en la cara más que ella, fue capaz de sacarle lo mejor que tenía con saber y paciencia, él mismo aseguró que le había venido fenomenal la vaca para pensar en la cara de los toros y para coger oficio. Sin duda nos sorprendió a todos porque comprendió muy bien donde estaban las teclas para extraer el fondo de nobleza.

El aprendiz de picador, ante lo más serio de su andadura

Juan del Álamo entendió la vaca


Y le extrajo la nobleza que tenía y que no parecía encontrarse, a base de poderla


Por quinta salió de corrales una vaca con gran influencia graciliana, para mí la más brava en el caballo, que no recordó, y que iba con alegría y con todo a empujar abajo, llegando incluso a hacer cuatro trozos la vara de picar, que chascó en uno de los encuentros con el caballo. También tenía su sitio desde donde se arrancaba pronta al caballo, en cuanto le veía hacer el mínimo movimiento. Encastada y brava en varas. De los vuelos de la muleta sí sacó recuerdo, o simplemente su condición era la propia, revolverse con nervio tras tragarse algunos tragándola el sitio a ella y sin perderle pasos porque entonces a Miguel de Pablo le hubiese tocado correr.

La quinta, con reminiscencias a Graciliano


Acudiendo al caballo

Miguel de Pablo enseñandola en la muleta

La sexta vaca fue la que mas grado de mansedumbre demostró de las retentadas, ni quiso caballo ni quiso muleta tan siquiera en su terreno, en cuanto se acordó del caballo pegó un cambio, empezó a sacar genio mansete y no quiso ni embestir al caballo, del que salia de najas nada mas oler el peto, ni tampoco repitió en la muleta dejandosela en la cara lléndose Roberto Blanco a terreno de tablas donde quiza la vaca pudo haber embestido algo, o aplomado y defendido más según la casta que tuviese. Ninguna de las dos cosas hizo, solamente marcharse de la jurisdicción del tentador constantemente, lo que hizo que antes de darla puerta dijese el ganadero "Esta va para hacer salchichas", vamos, al matadero.

Sexta, la de peor condición
Sin duda una faena bonita y campera, donde pudimos disfrutar mucho de los diferentes comportamientos de las hembras de bravo, que no dejan de ser distintos a los de los machos que acostumbramos a ver en la plaza. Agradecemos al ganadero su atención y hospitalidad, y le apoyamos para que siga trabajando en conservar este patrimonio como son los atanasios antiguos. Esperamos que en próximas campañas pueda sacar alguna novillada y disfrutemos de su lidia.

Cartujanillo.

Fotos. Josué Moreno

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